Pretender conocer la verdad, atreverse a trascender los límites del deseo encierra a cualquiera en un laberinto de cotidianidad. Asomarse a lo inexplicable, a lo que nunca, genera confusión, temor y culpa. Abrir ventanas estando en soledad y sin comprometido apoyo conduce a dolor resplandeciente; el abrir una y otra y otra de ellas provoca temor, pero sin embargo, también experiencia e incierto futuro.
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