Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

3/25/2003

Este largo fin de semana fue muy interesante, sobre todo debido a que el agotamiento mental me hizo huir de la ciudad y a tomar un poco de brisa de mar y sol en el maravilloso puerto de Veracruz. Salir de la ciudad fue delicioso, sobre todo porque gracia a ello pude despegarme del televisor por un par de días.

Las imágenes que en torno a la invasión del gobierno norteamericano a territorio iraquí han vuelto hasta el día de hoy, ¿qué decir de ellas?, cualquier tipo de verbalización sería limitada. La autocensura que las cadenas norteamericanas e inglesas se están aplicando coloca a cualquier tipo de disenso como una enfermedad psicológica, pero en fin, pronto, muy pronto comenzarán a llegar los cadáveres de los héroes nacionales norteamericanos, en un elegante ataúd con bandera yankee, mientras los cadáveres de los iraquies se pudren en la intemperie de medio oriente.

Después de una recargada semana laboral: el jueves después de un acto cívico y un vino barato en San Idelfonso, fui a buscarle al salón corona, pero no estaba, después de ahí le busqué en el dada-x, donde una fauna darkie bebía y bailaba acaloradamente, tampoco se encontraba usted ahí, la siguiente parada fue la cama, lamentablemente sola, sin usted.

El viernes por la tarde salí al puerto de Veracruz, junto con mi amiga Marilú a vivir la aventura y le olvidé de inmediato. Pues bien, comer bien, beber bien, disfrutar de la brisa del mar y de la tradición jarocha fue lo mejor que pude haber hecho en este fatal y antihumano fin de semana. El viernes por la noche cena en el famosísimo café de la parroquia, exigiendo café con leche con el tradicional tintineo de la cucharita en el vaso de vidrio. el sábado por la mañana a caminar, mientras degustábamos un sin número de deliciosas chucherías por el malecón: platanitos fritos, bolovanes de diversos sabores, helado de coco, raspados de grosella, chamoyadas, glorias, horchata de coco y cerveza de raiz, mangos con chile; platicar pacientemente de nuestra vida privada y pública y disfrutar en el medio de la inmensidad del mar de nuestra libertad limitada. comer en el mercado una deliciosa sopa de mariscos y seguir caminando por el puerto. el sábado por la noche una deliciosa borrachera en los portales, hablar, hablar, hablar y disfrutar del calor y la sal y la gente y los innumerables viajantes que asistirían a ver el futbol: tiburones contra cruz azul, el cruz azul parece no tener remedio... 2-0