Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

3/18/2003

Veo el rostro abstraído del "Presidente Bush", alejado de cualquier sentimiento de humanidad . El tipo se sabe con el poder de la verdad, se sabe con el poder de accionar, de decidir. En la medida que desarrollaba el discurso de "declaración de guerra", por la tarde de ayer, y con ello hacía más imperativos sus argumentos; su cara se transformaba, de una risa discreta pasaba a un desorbitar de ojos e inmediatamente a una absoluta ausencia. Dimensionar la relación de ese individuo no-humano con el mundo es imposible. La forma en que entiende y aprehende el mundo es profundamente distante de la población no norteamericana, no blanca, no sajona, no protestante, no adinerada.

Saber, por medio de un discurso elaborado por un grupo de profesionistas del lenguaje político, y que el asesino intelectual repitió sin ninguún problema de tono, que el tiempo de "paz" terminó, me genera mucho, mucho, mucho miedo. Quizá como muchos consideran, esto sea el principio del fin.

La idea de detener el genocidio ha sido la utopía más ilusa de la sociedad "progresista" en los últimos dos meses. De nada valió posicionarse en torno a esa "guerra". De nada valió que el pasado 1 5 de enero salieran a las calles del mundo más de 30 millones de personas a manifestarse contra la guerra, de nada valió que yo me encontrara entre esos 30 millones de personas. El dominio, poder delegado, lo tienen algunos, solo algunos, lo cual resultó clarísimo en el discurso de guerra.

De pronto me encuentro conviviendo con la negación de los horrores que se avecinan, aún no puedo creer lo que está pasando, lo que pasará, en mí pervive la esperanza de que las cosas puedan algún día ser diferentes, que esto que empezará mañana, esta posible guerra contra la humanidad se convierta en algo más, en algo más importante, en el inicio de "algo" más allá de la indudable destrucción de nuestro mundo, de nuestros congéneres, de nuestra historia...