Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

3/28/2005

De vuelta a la cotidiana vida laboral. Esta semana de vacaciones y de aislamiento me llevó a recorrer el macabro mundo de las guerras imperiales. Hacer un recuento de todos los conflictos bélicos que acosaron la vida de los seres humanos que habitaron el mundo durante los últimos cuatrocientos cincuenta años, sin duda, es parte de esa vena masoquista que me invade desde hace ya unos seis años.

De cualquier forma; hacer esos recorridos, por lo menos en mi imaginación, cual perro de Pablov, me ayudó a sentirme un poco menos desgarrada y en un momento dado a considerarme “ser privilegiado” por habitar en este mundo de “pax social”.

Muchas cosas sucedieron mientras penetraba por esas sangrientas batallas, que en un principio se debatían cuerpo a cuerpo y con honores militares, y con posterioridad, al sofisticarse la maquinaria de guerra, se viven en la inefable pasividad de quien es bombardeado mortal o preventivamente.

Desayuno, comida y cena en casa. El viaje por la enciclopedia y los libros únicamente se interrumpía por las noches gracias a un recreo auto asignado (nuevamente el conductismo conveniente) por cumplir con el “avance requerido” en el trabajo. El lugar, el bar del centro comercial de la zona. De vuelta a casa, escuchar un poco de noticias cotidianas y dormir, dormir, dormir...

Muchas cosas sucedieron mientras el sol y la oscuridad inundaban mi hogar, el colofón fue la muerte de un recuerdo de mi infancia: Rigo Tovar; y el Papa, que se niega a morir y que se entrega al morbo mediático cual modelo de moda. Accidentes e incendios y guerra y triunfos futboleros, y mientras, el tiempo comió mi existencia y tengo que volver, bajo la idea de que la quincena está pronta, a la editorial de mis errores.