Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

5/17/2005

En las últimas semanas he creado una historia personal imaginaria. Todo comenzó cuando me decidí quemar todas las pertenencias que me hacían recordar a cada momento ese "pasado... porqué diablos no me dejas en paz" (claro está que no todo quedó convertido en cenizas, de lo contrario no me encontraría ahora creando códigos virtuales, ni tampoco podría tener comida congelada), pero bueno, pues resulta que en mi incomprendida vida pasada había acumulado una larga lista de afectos y adeptos y defectos varios por lo que decidí, ayudada por una de esas permanentes alteregos que aterrizan cual aves estacionarias en mi hogar, destruir sobre todo las rutinas.

Desde que tomé esa estoica decisión no he hecho más que repetir afectos, adeptos y defectos y volver a las rutinas de aquellas épocas que resultan ya muy lejanas. Pero bueno, no dicen que la intención es lo que importa… En aquellos entonces, creo que durante los primeros años del bachillerato y durante alguna temporada de la universidad viví esta especie de saciedad: sonreír como una loca por cualquier motivo, hablar con desparpajo, apenarme por motivos varios, consultar con amigos sobre situaciones embarazosas, despreocuparme por un momento del terrible mundo, leer novela tras novela, escribir con un poco más de fluidez, hacer chistes malos, contestar tests de belleza, estoy pues, gozando de esta inusitada y despreciada, por lo menos por un par de años, vida individual, individualista y por qué no aceptarlo pragmática. Es verdad que el no tener ningún proyecto puede convertirse en un martirio, sin embargo, el hecho de imaginar e imaginar situaciones me sitúa nuevamente en ese utópico futuro sin rostro. Lo mejor de todo es que puedo escribirlo, plantearlo abiertamente. Creo que soy un poco más libre que ayer, que antes.