Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

5/09/2005

Un tipo de "porte", vestía con traje de tres piezas casi siempre oscuro: pantalón suelto y saco de grandes solapas, zapatos de dos colores y sombrero "de ala ancha de medio lao"; vivió su plena juventud por aquellas épocas en que la vida era en blanco y negro, y las mujeres de mala vida eran adoptadas por machos que les prometían que todo sería mejor gracias a la magia del amor. Cuando joven, hace ya bastantes abriles, sacó de la vida galante a una tía mía cuyo pecado fue haber llegado de provincia con un niño, de padre desconocido, en brazos; su destino, el ya para entonces famoso barrio de tepito.

Silvestre, que así era su nombre, acabó sus días hace una semana; gracias a su anunciada muerte debido a una tortuosa enfermedad relacionada con sus hábitos alcohólicos pasó a ocupar una cuarta parte de una cama matrimonial durante unos seis meses. Se convirtió en una pluma de poco menos de treinta kilos de peso y dejo de tener la fuerza necesaria para hablar. Sin embargo, y con el consentimiento del doctor, podía consumir una cubita o una cervecita al día. La comunicación que entablaba mientras parientes y conocidos le visitaban por última vez, incluida yo, se reducía a mover sus delgados labios que anunciaban su partida "aquí, esperando el final"…así fue. Privilegiado el, murió en el seno familiar, con las atenciones necesarias: comida, aseo diario, buenos tratos, perdón...

En realidad no causó mucha pena su partida, de hecho, todas las tías durante sus funerales rieron a raudales; antes bien, su muerte significó un descanso para sus dos hijos y su esposa quien es un poco menos anciana que el. Su origen del barrio me hace recordarlo dicharachero, grosero, vulgar, bailador, sonriente y macho. 89 años vivió.