Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

9/26/2005

Cuando abro los ojos en ese que se ha convertido en mi hogar pos fiesta, Laura, ya avanzó suficiente en sus tareas domésticas. Ya ha terminado de la cocina y espera que desaloje la recámara para continuar e irse; sin embargo, un poco antes de que eso suceda, ya preparó un sencillo desayuno y me invita a pasar al baño y quitarme la fiaca del sábado por la mañana y después a comer. Despertar así de pronto se ha hecho costumbre y ya ni ella ni yo nos sorprendemos de nuestra presencia. Este fin fue rarito y llegué a ese sitio muerta de risa, todo gracias a un encuentro nada esperado con una vieja amiga con costumbres igualmente añejas: un toquesín fue suficiente para alegrarme la noche. Hacía tanto tiempo que no disfrutaba tanto durante un peregrinar por sitios tan diversos.

Falta únicamente una semana para cambiar de tajo una vez más: de casa seguro, de lo demás tal vez. De cualquier forma la mala cara en el trabajo continúa: la administradora continúa siendo un cero a la izquierda para mí y lo mejor es que cada día lo es para más compañeros, ya únicamente sus niñas lindas secretariales le dan coba pero eso se torna en una especie de competencia al estilo de ¿quién aguanta más? Hay momentos en que se que puedo fastidiar a mis interlocutores con tanta jodienda sobre la tipa, pero es que tengo que tratar con ella durante toda la estúpida semana y ¡la odio!

Que bien que existen fines de semana.