Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

1/15/2003

En dias pasados llegó a la bandeja de entrada de mi correo lo siguiente:

País mío no existes más que en mis borracheras...
porque en Gran Bretaña nadie ha oído hablar de ti.


Moscas, hedor y calor son tres palabras que bien podrían resumir a mi país, “El Salvador tan chiquito, de América el pulgarcito”, lugar donde 4 millones de personas se arraciman en un territorio al que escasamente le caben 2 (“metes primera y estás en Nicaragua, metes reversa y estás en Honduras...” es una resignada broma local). Bellezas de 12 años te sirven comida con frijoles, buena cerveza y mejor café al tiempo que te guiñan el ojo y entreabren sus labios de rosa envenenada; palmeras borrachas de sol, frutas en todos lados, camionetas 4x4 de vidrios polarizados repletas de guardaespaldas, horribles cumbias por doquier, muchachos de trece años que se ofrecen por las calles para matar gente por cien colones (12 dólares, incluyendo balas), merengue a ratos, pobreza donde no hay miseria, gente en la calle con armas de guerra cuya portación es legal pues “el ciudadano tiene derecho a la protección”, sexo fácil, vino barato, cine malo, el grupo paramilitar Sombra Negra destazando vagabundos (popularmente llamados “broza”, literalmente: “desperdicio”), policías decapitados a batazos y luego violados en el último motín del penal de máxima seguridad “La Esperanza”, ex-víctimas de un criminal de guerra pagando desde Toronto la añorada venganza y el tipo es violado, incendiado, lapidado y aplastado repetidas veces con una pick-up, lo cual no impide que la gente sea feliz por la magia de la navidad y siga su fiesta a escasos 25 metros del “bochinche”...
Todo bien por casa, pues, de hecho mis primas se siguen llenando de hijos.

PD. Juro que lo oí decir: “así que estudiás cine... pues a ver si vas a la casa porque tengo la video descompuesta...”

El autor es un chico que conocí por mis travesías en centroamérica, fue divertido encontrar a alquien que como yo, tomaría un vuelo de Tuxtla Gutiérrez a la Ciudad de México. El tiempo de espera nos permitió intercambiar correos electrónicos, lo cual nos mantiene, eventualmente, en contacto.

Cuando leí su reflexión no pude más que recordar ese siniestro país. El olor es lo primero que a mi mente llega, es un olor que puede significarse "como de muerte", las calles de El Salvador se encuentran atestadas de seres inanimados, resultado de una guerra interminable: liciados, derrotados, podridos, miserables, resentidos, asesinos.

El Salvador es un país al que tienes que ir con la firme convicción de deprimirte, de lo contrario te deprimirás aún más.

La demencia se apoderó de mi cuando apenas llegaba. Ese olor, ese olor que penetró mis pulmones, mi cabeza, mis sórdidos recuerdos. La primera noche que pernocté en él fui testigo de algo inolvidable: mientras bebiamos cerveza en un pequeño bar, riendo y programando en la rocola cumbias y salsas, un par de individuos, que bebian en la planta de abajo, se liaron a golpes mientras nosostros continuábamos con nuestra fiesta privada. Como el segundo piso del bar era una palapa; pude ver frente a mis ojos como uno ellos, que minutos antes reían y bebian, sacó una pistola y le disparó a la cabeza al otro: bang, bang, lo cual inundo de sangre el rostro del antes amigo y se desplomó muerto . Una risa incontenible inundó mi viscera, no podía creer lo que estaba sucediendo. El hombre había sido asesinado frente a mí; la policía llegó minutos después, mientras yo sin poder dejar de reír, trataba de consolar las lágrimas de zo y emil. Salimos del lugar, no sin antes pagar nuestra cuenta. El dueño, un simpático salvadoreño que no dejaba de hablar de lo maravilloso que sería conocer Acapulco, huyó antes de que la policía llegara. Todo terminó ahí, nadie pregunto nada, nadie investigó nada, la coartada que habíamos preparado no fue necesario explicarla.

En el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, pude enterarme que lo que aconteció esa noche era más común que corriente. Que todos los días y a todas horas se sucedían asesinatos de ese tipo en el pulgarcito de América Latina.