Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

11/23/2004

Después de un aburrido viernes-sábado de fiesta fatal. Después de que fui significada en cuatro palabras y que mi respuesta una vez más fue violencia (aunque en realidad no me queda claro si yo fui la que inició el desaguisado y la significación que siguió fue una respuesta rápida ante el temor de un escándalo más...) llegué a mi casa para dormir el sueño de las inmorales mujeres que viven solas y tienen que responder a cualquier insinuación con un "no, gracias".

Dormí, solo para despertarme y darme cuenta que mi casa una vez más se encontraba de cabeza y yo seguía absolutamente absorta y repitiéndome las cuatro palabras frente al quebrado espejo que está delante de mi cama y tratar de entender de a poco esas palabras. Como cualquier vaca cebú comencé a rumiarlas, rumiarlas y rumiarlas mientras me anunciaban el desmantelamiento de lo que por un tiempo pretendió ser el proyecto de una biblioteca colectiva....

Me encontraba a punto de continuar como magdalena a punto de ser apedreada, cuando caí en cuenta que no había ingerido un insignificante alimento y ya era suficientemente tarde como para comer alguna garnacha esquinera, así que reafirmé mi personalidad sistémica y me fui a comer un caldito de pollo al insufrible sanborns.

Mientras continuaba con mi diálogo interno la noche cayó más temprano que nunca y me refugié en la tristeza de quien es ofendida por quien uno más quiere y dormí y pensé soñar que todo se encontraba mejor que siempre, antes de que tomara todas las decisiones que me han llevado a encontrarme en esta situación.

El domingo es especial también si mi vecino Pedro se aparece para proponerme ir al palacio de fierro… entonces partí para volver y escuchar algunas rolitas destroza vidas de Julio Jaramillo mientras continuaba con mi habitual rumiar y lavar mi ropa pensando que así lavaba mis culpas.

Todo fin de semana termina en lunes por la mañana, y pues lamentablemente en esta ocasión la muerte fue buena noticia en mi retorcida mente. Un joven treintañero, proveedor de mi chamba murió destrozado en una carretera federal mientras su esposa y su pequeña hija de tres meses lo esperaban para cenar.

Así las cosas… la gente se muere de repente y yo sufriendo por no aceptar cuatro palabras de un sujeto finito. El ánimo ha vuelto a mi cara y pues… hay que vivir porque la inexorable muerte llega en algún momento.