Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

8/12/2004

Nadie le conocía completamente. Un día decidió, de manera obligada, quitarse una y otra y otra y otra máscara ante un poco sorprendido espectador; con esa acción acalorada, se dio cuenta que era tan pequeñita como cuando de niña soñábase encerrada en una cápsula de tiempo. También comprendió que había hecho tanto daño como a ella le habían hecho en ese reducido espacio que habitaba. El momento fue tan desgastante que no tuvo fuerzas para ensoñar, como solía hacer siempre en situaciones como aquella. Su corazón se desmoronó en pequeñas astillas cristalinas mientras cada uno de sus poros se mixturizaban de a poquito con aquellas. Sus ojos no resistieron tanta confusión; ese no era el momento de descargar su afluente y optaron por cerrarse. Igual hizo su boca.
Pretender conocer la verdad, atreverse a trascender los límites del deseo encierra a cualquiera en un laberinto de cotidianidad. Asomarse a lo inexplicable, a lo que nunca, genera confusión, temor y culpa. Abrir ventanas estando en soledad y sin comprometido apoyo conduce a dolor resplandeciente; el abrir una y otra y otra de ellas provoca temor, pero sin embargo, también experiencia e incierto futuro.