Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

1/10/2005

A partir de la segunda semana del mes se inicia plenamente la actividad "productiva" en esta caótica ciudad. Aquí en mi empleo las cosas ya se encuentran en su punto desde la semana pasada y todo gracias a que iniciamos el año el pasado tres de enero y pues a chambear se ha dicho.

Y bueno, por más que he intentado escribir sobre cosas positivas, sobre mi placentero y maravilloso viaje decembrino por las playas del pacífico mexicano, sobre las majestuosas viandas que ingerí en las fiestas y sobre lo importante que es recibir alguno que otro regalito, las palabras se acortan y dejo en el draft esos optimistas intentos.

Durante los últimos días de 2004 no dejaba de pensar que pronto se acabaría este horroroso año y que se abría la posibilidad que el cabalístico 2005 (por eso de que dos más cinco da siete) fuera mucho mejor que el que moría ya, pero no, no, no y no. Una vez más y todo patrocinado en esta ocasión por "la madre naturaleza" se ha ido al carajo... así, poco menos de 200 mil personas fueron arrasadas por un maremoto y el horror inundó también los aparatos de televisión. Sin lugar a dudas, el desastre que se desató en los paraísos de prostitución infantil incide en cualquier mentalidad medianamente sensible. En estos momentos existe una movilización internacional para dar auxilio a esos individuos que lo perdieron todo; los corresponsales de guerra cambian de sede y se van un poco más al oriente, y los gobernantes promotores del genocidio sitémico se lava la cara con algunas donaciones de buena voluntad.

Los horrores estimulados por la naturaleza merecen nuestra negación, promueven nuestra solidaridad y llevan a los lugares de desastre a los más guapos corresponsales. El tsunami se llevó todas las notas, no así otros desastres provocados por el hombre; sangre derramada que no merece nuestra sensibilidad ya que esos horrores son justificables.