Ensayos maniacoideológicos

cacofonías del egoísmo

7/14/2005

La fábrica

Llegó sólo para tomar un baño reparador y corrió hacia donde habían acordado encontrarse los del grupo. La salida había sido programada para las ocho y media de la mañana y apenas le dio tiempo de tomar lo necesario. Llaves, tarta, termo de café express, dinero, cuaderno, lápiz, identificaciones, cambio, chamarra, lentes, cigarrillos –repasó- mientras cargaba todo rumbo a la puerta que cerró de un golpe.

Hizo la parada al primer taxi que miró al tiempo que le daba las instrucciones a seguir. Había bebido en realidad poco: poco alcohol, poco baile, poca conversación con una persona en especial, poca carga. Aunque en verdad que no todo había sido “poco”, había reído y sonreído de felicidad mucho, lo cual es bastante en esa cotidianidad, donde risa suele ser prepotencia. Hacía tiempo que no se encontraba con muchos de los que quería en una sola noche y eso era muy bueno para el espíritu. -Y la fiesta aún no termina-

El sol no pudo retrasar su plenitud en una mañana de verano como la que sorprendió el día mientras avanzaba sin detenerse el taxi que la transportaba. La ciudad estaba bastante tranquila, casi ningún automóvil se interponía en el camino. Los sábados son para quedarse en casa haciendo la cruda, -repetía su cabeza-, mientras dudaba con regresar a casa y dormir profundamente. La visita se desarrolló sin novedad. Los gods de la fábrica desmienten categóricamente la aseveración infundada de que el pueblo de San Juan del Río ahora no tenga río por su culpa; “ellos hacen lo suyo y contribuyen decididamente con la sustentabilidad del ecosistema”: reciclan ocho veces el agua, la cual “mediante un proceso de tratamiento previo es desechada en los afluentes naturales”. -Patrañas y más patrañas, bla, bla, bla…-, murmura sin ánimo mientras sigue el camino amarillo.

Empleados hay pocos en comparación con las dimensiones de la fábrica. Rollos, rollos y rollos ocupan mucho espacio de la decena de naves industriales, mientras algunos trabajadores alimentan toneladas de hierro con celulosa. -Es sorprendente lo que el diseño industrial puede hacer por el higienismo occidental, comenta silenciosa-. -Pero es que en verdad que todo aquí es como en casa pero a lo bestia: gigantescas licuadoras, gigantescas máquinas que laminan esa pasta blancuzca, cual masa de canelones, y luego otras que secan las láminas por medio de calor, cual plancha en almidón, y otras que las enrollan y otras máquinas que cargan los rollos ya terminados y los colocan en la fila que se enfila hacia su manifiesto y escatológico destino.-piensa sin articular palabra-. Algunos empleados más empacan y realizan el proceso de “terminado”, en una actividad cotidiana, cronometrada mediante la línea de producción. Otros aseguran la calidad mediante un control quasi científico en “modernos laboratorios”. -Quizá muchos empleados más realicen las actividades administrativas y de ventas, pero ellos no están incluidos en el paquetediviertas-, reflexiona mientras trata de mantenerse en pie-.

“Por supuesto que la empresa nunca debe parar, aquí se trabajan tres turnos los 365 días del año”, asegura un empleado guía. -¿Cómo atreverse a parar esos gigantescos mecanismos de acero?, se reanima mientras sigue el recorrido- Entonces, casi delirante y los párpados a punto de cerrarse imagina la cara del dueño si uno de sus monstruos para de producir, y también la cara de sus socios, y las de su familia, y la de sus trabajadores; mejor, mucho mejor si todos los monstruos dejaran de producir papel -continúa-, todas las caras de cientos y de miles de personas con mierda hasta en los tobillos, y los niños moneando directamente del envase, y los poetas todos de juglares en las calles para no olvidar, y las personas usando los libros impresos para quitarse la mierda de encima, y en el mercado las subastas de los mejores papeles impresos: por su suavidad y resistencia, y la gente como loca buscando un poco de papel para soportar sus deshechos, matando para conseguirlo, y los ejércitos custodiando los archivos muertos y la información de Estado, con tal de que no sea usada como papel de baño, y los campos y las azoteas y las calles llenas de tendederos con trapos y sábanas percudidas por la mierda, y las lavadoras a todo vapor con tal de no dejar mierda en algún lado, y...

Son cientos de rollos gigantescos de papel de baño, de unos cinco metros de diámetro por unos diez de alto, alineados y a la espera de ser cortados para finalmente limpiar millones de culos mexicanos y centroamericanos. También fabrican papel para hacer libros, sin embargo, el papel “paca” ocupa el primer lugar de demanda de esta industria básica en permanente expansión.

La tarde terminó más pronto de lo que hubiera imaginado. Un caldito seguido de una siesta. Ya en la casa, y aún con un poco de luz después de una larga jornada de vigilia que ya acumula 36 horas sin parar; ahora, por fin yace en cama.